un fantasma del pasado

Para mi pasado querido y mi amadísimo presente.

La lluvia cae a torrentes. Se abre de golpe la puerta de la cabaña. Es un hombre con un gran abrigo, que entra empapado y con cierta dificultad, mientras mira alrededor, como reconociendo el lugar. Es su hogar, su familiar sillón, la chimenea que dejó encendida, la cocina, un dormitorio al fondo...

Falta algo. Alguien, en realidad. Segundos después aparece su pastor alemán que brinca, ladra con gusto y le lame la mano. Todo está en orden entonces, sonríe. Ahora se quita el abrigo y va a secarse un poco. Se dirige luego a la acogedora cocina y prepara una taza con café. Se sienta en el sillón, frente a la chimenea. Toma de una mesita, una elegante libreta de pasta roja, dónde garabatea las siguientes palabras:

Ésta noche señores, he tenido frente a mi a un fantasma del pasado. Algunas veces no es tan malo ver el pasado, bueno o malo, forma parte de lo que soy ahora. Y este fantasma es como lo recuerdo, pero también es diferente. Y hay que notar que también yo soy la misma persona pero igualmente he cambiado.

Hemos cruzado un par de palabras, le he abrazado como buen amigo y le he dejado ir, como en otras ocasiones, pero ésta vez, al hacerlo, he sentido también una punzada de melancolía y notas de serenidad y resignación. - El pasado, pasado es. -

Nos volveremos a ver, tal vez.

Hoy también, pero con la luz del medio día, he dialogado con el presente eterno que tanto amo, sé está pronto a cambiar - ¿lo sabe él? - y pretende hacerme dudar. Se está tan bien en él... Pero he vislumbrado con esperanza mi futuro, que muy pronto será mi presente, y

Cierra la libreta. Mientras escribía, el pastor alemán se ha tumbado cerca de sus pies. Le hace un cariño. No está seguro de como concluir la última línea. - ¿O líneas? - Suspira, se levanta, va a la cama y logra un sueño tranquilo. Ya lo sabrá cuando sea el momento.