miércoles, 3 de marzo de 2010

la noche triste


Difícil es Aceptar cuando las cosas no son como se sueña. Y saber perder no es algo que fácil de aprender sea.

Esta es la historia de Lucia y sus profundos ojos café. Ahí va ella por el camino de la vida, sin más. La música de fondo es como de película italiana, española o francesa, claro, porque ésto es una historia, o alguien puede decirme, ¿cuando han escuchado música tipo 'soundtrack' en su diario caminar?

Podemos verla al pasar, como observamos gente al azar por la calle, el tipo de persona que uno ve con un dejo de envidia, ¿cómo es posible que haya gente que luzca tan perfecta, feliz y tranquila? Y ahí está ella, sonriendo con la boca y la mirada, tomando el café con sus amigos, vestida de azul; llevando el cabello al aire, alegre y optimista, de amarillo; cantando, bailando, llena de vida y sueños, en tonos rojos; y rompiendo corazones al pasar, casi sin darse cuenta, con esos ojos y un vestido negro.
Pero esa Lucía, la que ven, la que al amanecer piensa que será un buen día, y se siente tan tranquila, es la misma que al terminar el mismo, por excelente que haya sido, se pregunta ocasionalmente - dícese del no siempre - porqué sigue sola, la que sabe que los brazos que añora rodean a otra. Ésta es la Lucía desconocida, que una noche triste ha terminado por llorar una ilusion sin razón y espera ver el sol al amanecer, la misma que buscando el amor de aquél que no le recuerda y que se desmorona cada vez que él se aleja, ha entendido que está cerrando los ojos a las oportunidades reales, que bien podrían valer la pena.

Y así como Lucía - y sus profundos ojos -, hay tantos otros, y los hay también, tan diversos, y hay más aún, historias. Y todos indiscutiblemente, todos, seguimos caminando y viendo gente al pasar, y somos también, aquéllos que otros ven, mientras suena música en el fondo.

Noche triste, noche de reflexión.
Y es que no engañas a nadie, my love.

1 comentario:

Viviendo dijo...

De cuando en vez recuerdo la hermosa impresión que me dio un ser femenino al resolver un problema de tensiones. Ahora como camino cabizbundo y meditabajo no veo a los demás, ni escucho la música de fondo. Quizá sólo el claxon que me pita para no atropellarme.