martes, 16 de noviembre de 2010

mira, Soledad

Mira, Soledad...

Tú sabes como te aprecio y me agrada tu compañía. No sé cómo decir ésto ya que hemos pasado buena parte de la vida juntos y sé que eres buena amiga. Simplemente es que no me gusta que vengas cuando eres fría y amarga, y sucede que me desagrada esa sensación de dolor y vacío en mi panza. Y cuando eres así... Te maldigo y no te soporto, y yo mismo me vuelvo detestable. ¿Porqué no puedes venir cómo sueles hacerlo, cuando eres dulce y me abrazas y me haces soñar y pensar? ¿Has notado que cuando estás así, yo mismo te procuro? Eres grata presencia en la vida de quien sea, pero si llegas como hace dos noches, Soledad... Llega, pero no esperes que te reciba con los brazos abiertos.

Está bien, no me mires así, Soledad. En parte es mi culpa, ¿verdad? Cuando vienes así, es porque yo he permitido que aparezcas de ese modo. Ahora que te he contado cómo siento, ¿qué opinas si hacemos un trato? No me permitas que te haga fría, vacía y amarga; y yo prometo empeñarme en aprender a tratarte, para que no llegues y me partas el alma.

Y entonces, Soledad, mira, tú tan linda, ¿qué me dices? ¿Estamos?